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No recuerdo bien los derroteros de la conversación que nos llevó a plantearnos las razones por las que esta tierra, la Región de Murcia, no ... acaba de proyectar al exterior todo el talento que atesora y los motivos de su exigua capacidad de influencia en las instituciones y órganos de poder donde se toman las decisiones estratégicas que te sitúan en el mapa o te relegan al olvido; o, lo que es peor, a la total indiferencia. Tomábamos un vino en el acto de celebración del 30 aniversario del Colegio de Dentistas de la Región y formábamos parte del grupo unos cuantos periodistas y algún que otro político con peso específico en el panorama autonómico. Que si toda la culpa la tiene el dichoso 3% –el porcentaje que supone la Comunidad en el conjunto de España–; que si otro gallo nos cantaría con la biprovincialidad; que si nos hace falta de forma urgente contar con equipos en la élite del fútbol para ganar visibilidad; que si los dos grandes partidos nacionales terminan constituyendo un lastre a la hora de alzar la voz y pelear por justas reivindicaciones; que si los gobernantes carecen de altura de miras y preparación; que si una formación regionalista fuerte entraría en las Cortes y obtendría beneficios ahora ilusorios... Teorías para todos los gustos que convergen en la realidad que planteaba al principio y que, desde hace años, tratamos de revertir en LA VERDAD con apuestas editoriales como el proyecto 'Región de Talentos', con el que pretendemos desterrar los falsos estereotipos que persiguen a los murcianos y poner en el foco el extraordinario ingenio y la excelencia de muchos de ellos.
El complejo de inferioridad con respecto a otros territorios y la sensación de cierto maltrato allende nuestras fronteras están más extendidos de lo deseable. Lo refleja de manera palmaria la encuesta del Cemop-Panel para LA VERDAD con motivo del Día de la Región de Murcia que celebramos mañana. A la pregunta de '¿Cómo cree que se nos valora como región en el resto de España?', el 66% de los ciudadanos consideran que «mal» o «muy mal», porcentaje que contrasta radicalmente con el sentimiento de orgullo que impera en la Comunidad, donde ocho de cada diez personas sacan pecho de su lugar de nacimiento. Entonces, si los murcianos hacen alarde de su condición y, en consecuencia, podemos concluir que creen firmemente en su capacidad emprendedora y su valía profesional, ¿por qué piensan mayoritariamente que en las demás comunidades autónomas no se les valora? Habría que llevar a cabo seguramente una investigación sociológica más profunda para hallar una explicación científica, pero del trabajo demoscópico del Centro de Estudios Murciano de Opinión Pública se pueden extraer conclusiones que elevan a primera línea otra cuestión lanzada a los encuestados: '¿Considera que el conjunto de las administraciones públicas hace lo suficiente para garantizar el progreso de la Región?'. Y aquí la contestación deja contra las cuerdas a nuestros gobernantes, pues ocho de cada diez personas piensan que ayuntamientos, Ejecutivo autonómico y Gobierno central incumplen su obligación de activar todos los recursos necesarios para avanzar como región y situarla en el lugar que se merece. Toca ahora a los representantes públicos hacer examen de conciencia, desplegar sobre la mesa su hoja de servicios y someterla a examen y plantearse seriamente el origen de tan abrumadora desconfianza del pueblo hacia ellos, instalados a menudo en el inmovilismo y la autocomplacencia. Cuando casi el 80% de los ciudadanos manifiestan su descontento sobre el papel tractor de las administraciones públicas, es que muy probablemente se está actuando mal o al menos sin acierto. Tanta gente no puede estar equivocada.
Los distintos frentes que la Región arrastra y que estrangulan su desarrollo –muchos de ellos enquistados en la historia– hacen mella en una sociedad cada vez más cansada de batallar en desigualdad de condiciones con otras autonomías. Este estado de ánimo reticente con el poder político se ve alimentado, por ejemplo, con el inminente hachazo al Trasvase Tajo-Segura que planea el Ministerio para la Transición Ecológica y que empuja al borde del abismo al sector agrario regional; o con la grave situación medioambiental del Mar Menor, que lleva ya nueve años en la UCI mientras los gobiernos central y autonómico han jugado al puzle de las competencias pensando más en el frentismo político que en arbitrar las soluciones que por fin ahora parecen coger carrerilla con la constitución del Consejo y del Comité de Asesoramiento Científico, los dos órganos de gobernanza incluidos en una Ley del Mar Menor que PP y Vox han acordado reformar en un plazo de cuatro meses a cambio de que la formación de Abascal apoye los Presupuestos regionales de 2025. Está por ver si la modificación prevista no entraña dar pasos atrás en la protección de la laguna. Al tiempo.
Tampoco animan al optimismo ciudadano las estadísticas oficiales que de forma reiterada dibujan una Región de Murcia a la cabeza en los mayores déficits –pobreza, fracaso escolar, criminalidad...– y a la cola en los ránkings sobre nivel de vida y bienestar social –salarios y pensiones muy por debajo de la media, baja tasa de emancipación, calidad de empleo...–. Nuestras comunicaciones e infraestructuras distan también de ser motivo de orgullo: el aeropuerto de Corvera no termina de despegar –ni siquiera es posible volar a la capital de España–, contamos con un servicio de AVE poco competitivo y aún existen zonas de la Región necesitadas de dotaciones hidráulicas imprescindibles para prevenir riadas e inundaciones, como el caso de Lorca.
La Región de Murcia atesora excelentes médicos, científicos, escritores, artistas, ingenieros, empresarios, actores de cine y teatro... Posee un sector agroalimentario de referencia mundial y potencial para convertirse en baluarte de la industria de defensa y santuario del turismo. Pero requiere gobernantes que pasen de las palabras a los hechos y se batan el cobre con quienes pretendan cortarnos las alas.
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