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A veces te fijas en alguien que, móvil en mano, teclea frenéticamente con el ceño fruncido y cara de mala leche. Más que teclear, aporrea ... las letras. Y el ritmo de escritura es endemoniado, los dedos vuelan, aprieta los labios, resopla, hace un alto como para leer alguna respuesta y se le pone una cara asesina que da paso a otra de amarga satisfacción, como de 'ahora se va enterar'..., y sigue el tecleo y un rosario de indicios que indican, sin lugar a dudas, que esta persona está sumergida en una bronca de las buenas con alguien. La tormenta puede durar horas... incluso empezar por la mañana e ir arrastrándose a lo largo de día. ¿A alguien le suena?
Lo de discutir por whatsapp es una mala costumbre que hemos adoptado muy rápido.Y es un auténtico peligro: resulta que es uno de los peores sistemas para arreglar conflictos, según advierten los psicólogos. Tal y como alertan, nuestro cerebro actúa diferente... y no precisamente a nuestro favor. Estefanía Igartua, psicóloga y experta en dependencia emocional y relaciones, explica en diez puntos el peligro de mantener discusiones por whatsapp.
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«En una discusión por whatsapp solemos dejarnos llevar por la emoción del momento. En psicología lo llamamos 'secuestro amigdalino': reaccionamos sin pensar, con impulsividad, porque no está activada nuestra corteza prefrontal, que es la que nos permite reflexionar antes de actuar», indica la experta. Si bien es cierto que en una bronca cara a cara también puede ocurrir esto, es mucho más difícil llegar a este punto.
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En un chat se pierden el tono de voz, los gestos, las miradas…, toda la comunicación no verbal que en una conversación presencial ayuda a contextualizar lo que se dice.
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«Uno de los mayores errores en una discusión por whatsapp es interpretar lo que el otro quiere decir sin preguntar –apunta Igartua–. Asumimos intenciones, leemos entre líneas cosas que no están ahí y eso genera conflictos innecesarios».
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Cuando estamos discutiendo a través del móvil, el propio aparato actúa como una especie de barrera de protección que parece darnos derecho a decir de todo. «Al no tener al otro delante, muchas personas se sienten envalentonadas y son capaces de soltar cosas que nunca se atreverían a decir en persona. Por eso, en este tipo de discusiones, es más fácil herir, malinterpretar y escalar el conflicto», apunta.En resumen: una bronca que se inicia por una nimiedad puede ascender en la escala de mosqueo a un nivel máximo.
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Cuando dos personas están muy enfadadas, hay un bálsamo que suele suavizar las cosas: el humor o el sarcasmo; si no se usa con intención de herir, se entiende. Pero esto, que en persona puede aliviar tensiones, «en un chat suele malinterpretarse por la falta de contexto emocional». Es decir, tendemos a pensar que el otro se está riendo de nosotros, vacilándonos... y el mosqueo crece, claro.
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Algo muy típico de los conflictos por whatsapp: entrar en bucle, «donde ya no atendemos al otro, sino que intentamos imponer nuestro punto de vista». Es decir, nos alejamos de la solución a pasos agigantados.
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Lo escrito queda registrado. «Y muchas veces lo que decimos en un momento de enfado se vuelve algo definitivo, cerrando la puerta a una reconciliación», destaca Igartua.
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«¡En whatsapp, todo se amplifica! Lo que en persona podría aclararse con una mirada o un gesto, aquí se queda sin matices», lamenta la psicóloga. Es decir, se multiplica la intensidad de la bronca de manera espectacular.
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El ego se dispara con suma facilidad. «Preferimos tener razón antes que resolver el conflicto –afirma la psicóloga–. Y recurrimos a frases como 'haz lo que quieras', que suenan pasivo-agresivas, o se deja al otro en visto, lo que puede vivirse como castigo o indiferencia».
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Aparecen los impulsos de cortar por lo sano con un 'mejor lo dejamos' o un 'no me hables más', «que solo aumentan la distancia emocional», alerta Igartua.
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